La oscuridad
llegó vestida de tristeza,
cubrió con delicadeza mi cuerpo.
La luna
dejó escapar una débil claridad;
ella,
es la tierna visitante
de mis nocturnos momentos,
es la celestina
de mis ocultas vivencias,
que deja al descubierto mi realidad.
Momento trascendente
que hace volar mi pensamiento,
atormentado viajero
que trae con dolor mi soledad.
Esperando
en el último rincón del cosmos,
observé el astro nocturno
colgado en el sitio de siempre,
mostrándome aquel espacio
fatigado de transitar
para evadir mi confusión.
Suspendido en el tiempo,
comprendí el propósito de la vida,
el amar sin límites,
el entregarte envuelto en la esperanza
de recibir la recompensa esperada,
tu amor.
Sigiloso llegó el sol,
mientras la noche escapaba
con mi insomnio.
Su luz,
abrió mi mente
mostrándome mi búsqueda;
con su eterna alegría
me invitó a reencontrarme,
a liberarme de la monotonía esclavizante,
a escapar del cansancio
de lo cotidiano,
a romper los convencionalismos,
a vivir el desorden
para aclarar el orden de mis deseos.
Así,
encajé las piezas rotas
de mi ser interno.
En mis agotados pies
volví seguro hacia tu ruta;
atrás quedó,
el camino determinado por la culpa.
Ahora,
mi vaso se desborda
de lo llenado por ti,
amar con locura.
De inmediato,
nos vestimos de valor;
cruzamos la senda escogida,
recogimos los aprendizajes
que construyen el tesoro
de nuestra maravillosa maestría.
El espíritu nos guía,
nos invita a no rendirnos...