La aurora encendía sus sonrojados colores
en el lento despertar del cielo esmeralda,
en el éter volaba el aroma de las flores
derretido en un susurro carmesí y gualda.
El ruiseñor irradiaba su rosáceo trino
en el fresco verdor de la alegre mañana
y el céfiro diluía el rumor matutino
exhalado por el redoble de una campana.
Un colorado enjambre de radiantes fragancias
revoloteaba en la suve luz de la alborada
como sutiles e iridiscentes mariposas
que se diluían en el piélago de la nada.
Arrebolados aromas de marchitas rosas
que murieron al nacer sus breves infancias.
Aromas de nostalgia