El silencio acompaña mis palabras,
primero detrás, después por delante;
es un silencio reflexivo, que piensa,
que reposa cuando les palabras estallan
avivadas por sentimientos profundos.
A veces, es un silencio musical que llena
este vacío de un tiempo incierto y cruel.
El silencio, a veces, vestido de tristeza,
va arrastrando la sombra de mi mismo
alzándola, la hace partícipe de mi espíritu;
otras, es un silencio que irisa la mirada,
que ara surcos en mi cansada mejilla
y estalla en un haz de alegría compartida.
Siempre, siempre... un silencio reflexivo.
El silencio vive, forma parte de este humano,
acompaña el crisol de mis poemas
mientras, a fuego lento, maduran los versos.
En momentos duros, me frena y me hace pensar,
en momentos dulces, permanece oculto, feliz,
pero está, atento en un rincón de mi alma.
Siempre, siempre... un silencio acogedor.
En estos tiempos, de pandemia desbordada
el silencio abre las ventanas de la mente,
como antídoto de reflexión en esta lucha;
acompaña las palabras más sensatas
y deja escapar un suspiro cuando se aleja
este maldito virus que ahoga la libertad.
Es un silencio reflexivo, atento, combativo;
un silencio sembrado de libres palabras.
5 de octubre de 2020
Pau Fleta