Una mañana de frío invierno,
después de mucho tiempo de unión
y una vida alegre en los almendros,
ella no abrió más los ojos.
Acostumbrado a su canto eterno
y a su dulce compañía
haciendo nidos en los abetos,
él perdió las ganas de vivir.
Muy difícil se volvió su vuelo,
olvidó lo bello de la vida,
el rumbo perdió entre los lamentos
rogando por fin, morir.
Una tarde la vio en el riachuelo
y le cantó muy ilusionado,
fue entonces que se acabó el infierno
y los dos juntos cantaron.
Anna Gutiérrez.