Cae la tarde
como una espiga madura.
De sus nidos, las arañas
deshacen sus cuerdas vibrantes.
Estiran los insectos sus alas
dejando instantes de sombras y espumas.
Viven en sus techos, golondrinas
y vencejos. Dan de comer a sus crías,
las águilas reales y carnívoras.
La tarde, sin estar yo en el mar,
parece marítima. Viento constante,
y de levante, la sonrisa.
Velámenes de tosca roca, y cerros,
pequeños cernícalos, tocan las campanas,
con rumor de amapolas.
En los ríos, la algarabía es contraria,
viejas libélulas abren sus escarapelas
y sus troncos diminutos.
Habitan en ciertos escondrijos,
los martines pescadores, su pico de piedra
desnuda el vientre de tierra de sus nidos.
Pájaros carpinteros, plumaje incierto,
abren sus bocas dentro de los huecos.
©