LOS SIN GALONES
Huir resulta una contribución humanista
pues abre, para nuestra especie, nuevas vías.
Habíamos escalado el duro suelo en forma
de cresta y de pico de alta montaña, y habíamos llegado ya
a la altura suficiente.
Había que subir una ladera
para estar a salvo de cuidados,
de voces de diferente timbre y estatura, y solo
atentos al batir fuerte de alas
que, como con motor, de repente alzaban el vuelo.
Eran palomas torcaces en su mayoría. Y sucedió
también una racha del viento
en forma de fuerza inclemente, atrabiliaria.
“Más fuerte”, vociferamos. Pero,
al momento, el viento se contuvo un poco
y ya no dio más muestras de su fiereza.
Para salir corriendo, trepidantes,
habíamos desayunado fuerte y rico,
y ya nadie ni nada podría alcanzarnos, custodiarnos,
protegernos o amenazarnos.
Muy de mañana nos habíamos alejado
sin posibilidad de retorno,
y ya estábamos a salvo, intactos, vivos,
sin una pierna de menos, con los dos ojos
atentos a la contemplación del panorama.
Gaspar Jover Polo