[Poema escrito en el habla típica de Santa Cruz, Bolivia]
Una viejinga pide limosna sentada en un bordillo con un pelao sobre la falda
junto a un puesto del mercado.
Frente a ella dos cholas discuten sobre el precio del pollo.
Sigo calle abajo y el olor a fritanga de salteña y pollo a la broasted me fastidia
Una cincuenteañera está sentada en una sillita a la sombra de un tamarindo.
Junto a su rechoncha figura, su cara amorfa y resignada,
está su "ventita", que es un precario "stand" de aluminio y metal
abarrotado de toda clase de artículos: cigarrillos, chicle, pastillas de jabón, peines, botecingos minúsculos de fijador, muestras de colonia, periódicos, tarjetas para poner crédito a celulares, pequeños juguetes, gafas de sol, sandalias y prensa.
Así son las ventitas de las calles cruceñas: una mujer madura y resignada ofrece todo tipo de objetos de primera necesidad a precios populares, y con gran amabilidad te atiende; si no tiene lo que le pides (casi imposible) te ofrece otras cosas en un español siseante que parece pronunciado entre dientes.
Luce una paciencia multisecular, la dueña de la ventita. Tiene la mirada inexpresiva del que tiene mucho que hacer para poder comer al final del día.