Jamás había mirado
un ángel de carne y hueso,
con ese encanto travieso
que nos deja embelesado.
Del mundo estaba alejado
y disfrutaba el receso
de escaparme del exceso
tan febril y apasionado.
Mas un día apareciste
y arrebataste mi mente,
con tu mirada coqueta.
Y fácil me sometiste
con esa figura ardiente
tan sensual y pizpireta.
Autor: Aníbal Rodríguez.