andrea barbaranelli

Cuentos de amor

 

                                 para mi mujer, en el quinto aniversario de su muerte

 

Debe ser desaforado el espacio

que se ha abierto a tu vista

cuando tus ojos se apagaron

a la luz de aquí, de nuestro mundo

de aquí, de nuestra vigilia de ojos abiertos.

Debe ser desaforado el espacio

que se abrió a los ojos de tu alma

cuando te hallaste de pronto

en ese lugar desamparado, en el frío,

lejos millones de años luz

de mí que todavía te apretaba las manos.

 

Si fueran ciertos los cuentos

que nos contamos desde siempre

con la esperanza de volver a encontrarnos,

de no dejarnos nunca jamás,

de no perdernos nunca jamás,

si fueran ciertos los cuentos

que nos contamos desde cuando

nos recogíamos alrededor de un fuego,

en la oscuridad de las cuevas, vendría

donde tú estás, como aquel

muchacho sin miedo de los cuentos de hadas,

por los páramos desolados,

los cerros abruptos, los mares borrascosos,

con todo mi coraje de hombre,

mirando a los ojos a la muerte,

sin temores ni dudas, derecho hasta ti,

para rescatarte del frío, de la nada.