para mi mujer, en el quinto aniversario de su muerte
Debe ser desaforado el espacio
que se ha abierto a tu vista
cuando tus ojos se apagaron
a la luz de aquí, de nuestro mundo
de aquí, de nuestra vigilia de ojos abiertos.
Debe ser desaforado el espacio
que se abrió a los ojos de tu alma
cuando te hallaste de pronto
en ese lugar desamparado, en el frío,
lejos millones de años luz
de mí que todavía te apretaba las manos.
Si fueran ciertos los cuentos
que nos contamos desde siempre
con la esperanza de volver a encontrarnos,
de no dejarnos nunca jamás,
de no perdernos nunca jamás,
si fueran ciertos los cuentos
que nos contamos desde cuando
nos recogíamos alrededor de un fuego,
en la oscuridad de las cuevas, vendría
donde tú estás, como aquel
muchacho sin miedo de los cuentos de hadas,
por los páramos desolados,
los cerros abruptos, los mares borrascosos,
con todo mi coraje de hombre,
mirando a los ojos a la muerte,
sin temores ni dudas, derecho hasta ti,
para rescatarte del frío, de la nada.