Y de pronto todo se ha ido
Las lúnulas que me sobrevivían al ocaso de la memoria
La alegría
El vértigo de aquello abstracto y desconocido para mi ternura
El descalabro de mis insomnios
Las horas de impaciencia
Las súplicas adjuntas a promesas ya impagables
Todo
Ahora solo queda algo así
como el estupor de Hiroshima flotando en el medio de Manhattan
y muy al fondo
el rugido de todo comienzo.