Alejandro De Anda

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Su cara era tan fina como la arena, 

su voz era tan suave como una brisa entrada por la ventana.

Sus ojos eran tan hermosos y brillaban con los rayos del sol, los cuales salían disparados hacia mí derritiendo mi ser como simple hielo.

Pero como todo hermoso momento, tiene que pasar, y, con tristeza, ella se fue.