Te digo mujer, no se amar,
pero más allá se experimentar.
Quiero tratar de crear este cariño
cual nada inanimada del otoño.
Dime, ¿Qué ves en la muerte?
Yo veo que es hermana de la suerte.
¿Es que giras la ruleta del azar
esperando que te guíe a un altar?
Yo lo espero contigo.
Puedes aguardar conmigo.
¿Sabes las marcas del dolor?
Esas heridas abnegadas que no
transmutan ni tiñen su negro color.
Veo yo arder la sangre que fluye
por el corazón que huye.
Escápese mi alma del frío cuerpo
y mézclese con el aire y el tiempo.
¡Qúe envidia, lleva también mi carne!,
y que en el mar de mis versos
la tragedia de mi amor nunca acabe.
Rostro de mujer, no te puedo querer.
¿Cómo odiarte si no puedo comprender?
¡Hay, rencor!, calma tu iracunda labor,
terco afán de sentir su dulce olor.
¡Codicia mía, deja la divina
que arrancó de mi alma lo poco de vida!.
Triste mi amor que sufre por el tuyo,
soy arquitecto: Lo labro y destruyo.
¡Adiós, Adiós, ángel siempre eterno!
Ya puedo borrar tu amor del recuerdo.