Contigo siempre estoy al borde,
en los extremos, los abismos,
dueña de los elementos
en los que me conviertes.
Me vuelvo sol
cuando me esperas,
el pelo, los labios, la mirada,
y hago de cualquier ventana
-haces de cualquier sonrisa-
una primavera de improviso.
Cuando te miro,
cuando te miro soy un mar de niebla
para que nunca puedas definirme.
Soy campo, soy tormentas.
Hielo cálido que se derrite
entre tu ombligo,
entre mis piernas.
Soy fuego en mi piel
y ardo hasta los huesos,
hasta las cenizas,
hasta las tinieblas.
Hasta formar del humo las palabras
que son a la vez cura y epitafio.