Me gusta la palabra “siempre”,
pero hoy, y sólo si se refiere a ahora,
a este momento y al siguiente,
y a la sucesión de momentos
que se sucederán unos detrás de otros
para conformar la semántica significativa
de la palabra “siempre”, que se engloba
en la circunferencia circular inacabable
de su continente finito.
Le damos el sentido de eternidad
pero siempre con el matiz amenazador
de ese “siempre” que puede acabarse,
y que, de hecho, se acaba,
y da paso al “siempre” siguiente.
En ese temor de ser pasado,
tú y yo nos sentamos en la hierba,
o en la cama o en el porche,
mirando a lo lejos ese cercano “siempre”
presente y pensamos que seremos
el “siempre” de siempre aunque
sólo seamos el “siempre” de ahora,
de luego y del jueves,
pero que sucede en el presente
y aunque ya sea pasado,
da paso a otro “siempre” presente,
y pensamos, llegando a la conclusión
de siempre de saber que, aunque
no siempre serás mi presente,
siempre habrás sido el “siempre” presente
en el momento en el que ese “siempre”
fue presente, acumulando
esas ristras de momentos de lo que,
conjugada en tiempos,
no siempre acertamos en llamar “vida”.
Y otras elucubraciones.
Luz De Gas