Alberto Escobar

No sé quién soy

 

 

 

 

 

 

No sé quién soy,
si este que estoy viendo ahora,
en este espejo de probador
iluminado de tienda de moda
o el que se mira en el espejo
del pequeño recibidor de mi casa,
ese espejo que suelo dejar al trasluz,
del que no uso una lamparilla 
que arriba muere de nostalgia
entre una maraña de espesa telaraña.
Todo por no gastar, como me enseñaron...
No sé quién soy,
si ese que se vio esta mañana
con el torso flameante y musculoso
como un apolo redivivo de las cenizas,
o ese que se confunde bajo la insinuación
de una sombra, de la postrera luz
que le llega de la soberbia ventana
de la cocina, expuesta y receptiva
a la radiante mañana que fue
y que sigue siendo, ya tarde.
No sé quién soy,
si ese que responde a la pose frontal
sobre un cristal de negro azogue
ahíto de una luz cenital de probador
—ahí donde no caben las disidencias,
las insinuaciones ni las excusas—,
o ese que se imagina en el engaño,
en el autoengaño constante,
una vez, otra, otra más, mañana,
esta mañana, ayer, hace doscientos años...
No sé quién soy,
si el que digo o el que dicen, si el que veo,
o el que ven, si el que veo de tarde,
o el que veo de mañana o de noche,
si el que veo después de una buena noticia,
o tras una mala, o si el que veo mediante
la imagen devuelta del escaparate
de la tienda de ultramarinos,
o el de la panadería de Juan.
No sé, estoy... en un bucle de minotauro.
Llamen por favor a un Teseo que me rescate,
que no pierda el hilo que Ariadna por amor
le ofreció y que me extraiga de las fauces
de esta incertidumbre, quizás inseguridad,
quizás, no sé...