Creo que acercarme del todo a ti, tocarte sin que me rechaces por miedo a lo que sientes, mirarte sin que te dé vergüenza que sepa lo que esconde tu corazón, hablarte en susurros al alma compartiendo los sueños, besarte sin tener que preguntar primero. Eso es lo que deseo ahora, lo que he deseado sin saberlo más tiempo del que creí. Sé que tienes miedo, y mentiría si dijese que yo no. No sé qué puede ocurrirme mañana y, ante todo, sé que no quiero herirte. Lo que siento por ti me empuja sin control hacia delante, a tratar de vencer el miedo, a olvidar el mundo que nos rodea, a crear un instante en el que sólo existamos tú y yo y alargar ese instante eternamente.
No puedo evitarlo, en cada lugar te tengo en mi cabeza, cuando voy en el coche o paseando no puedo ver porque no me dejas, estoy hablando con alguien y, de repente, esa sonrisa de “estúpido feliz” aparece en mi cara. Sólo han pasado dos meses y 13 días y toda mi cabeza gira en torno a ti, no puedo evitar nombrarte a la menor ocasión, releer nuestras conversaciones una y otra vez la carta que me mandaste, cuyo final desearía que lo escribiésemos los dos.