Hijo mío…
ya no estás,
no te veo,
te he buscado con angustia
en el silencio más profundo de mi ser
en los sitios que gustabas frecuentar
en tu casa donde solíamos pasar
Hijo mío,
ten piedad de mi ansiedad
no me digas que ya es tarde
que no vas a retornar
que tu tiempo se extinguió
que ha llegado el momento del adiós.
Hijo mío,
que ha pasado,
donde quieres que te espere,
no me pidas que te olvide,
simplemente…
no me puedo resignar,
yo te busco en cualquier parte…
dime donde…
solo dame una señal,
o es que acaso…no me piensas extrañar?
Hijo mío,
quiero hablarte…
si tan solo tu pudieras escucharme.
Tu bien sabes que no es fácil,
que esta inmensa soledad me está acabando.
Necesito que te enteres…
de lo mucho sufrí con tu partida,
de lo cruel que resulto tu despedida.
Vivo ahora encadenado a tus recuerdos.
Estancado a este suplicio que aniquila.
Un presente tempestuoso que lastima.
Sentimiento que deprime…
y convierte en un calvario mi rutina.
Así vivo…
intentado convencerte que regreses,
mendigando algún consuelo...
al infinito siempre esquivo.
Hijo mío,
te marchaste sin aviso,
y has dejado un corazón despedazado.
Llueven lagrimas a ríos,
y los cielos se han nublado,
se ha apagado nuestra hoguera.
Los violines estremecen sus arpegios,
los colores desvanecen…
y mi aliento desfallece.
Mis plegarias se van dado por vencidas.
El suplicio no termina…recién comienza,
y el dolor inevitable me somete.
Tengo ganas de morirme si no vuelves,
abrazado a tu retrato…
junto al suave resplandor de tu sonrisa.
Solo quiero descansar de este tormento.
Ya no quiero despertar si tú no vienes.
Hijo mío…
ya se van apagando los intentos.
Yo sé bien que, aunque te llame…
tú te has ido de una forma irremediable…
allá al añil del infinito…
a gozar de la paz del buen Dios…eternamente.