Fátima Aranda

Axón

Buscando el sitio perfecto,

acoplándose a un apéndice encarnado

que, viniendo al pelo, 

se acomoda en el centro

mismo de las ansias que envía, fugaz,

un ensordecedor estruendo lumínico

de relámpagos de avanzadilla

de la tormenta que desata el choque

de nubes atravesadas por los rayos,

la sal y los poros que acabarán

electrificando

los cuerpos tensionados.

Se acerca, se bate, se alza, se contonea.

Encaja. Huye. Se acopla.

Vuelve a evadirse. Empieza.

Se abre paso entre el olor gris gaseoso

ahogando un grito sordo

en la densa falda

del isósceles contraído que espera.

Se expande, se contrae. Y espera.

Y entonces, llega. Sigilosamente, llega.

Se oye, se siente

en el sabor del aire. Llega.

Silenciosamente, llega. Se retuerce,

se revuelve, se derrama. Vierte,

vacia, llueve,

templa.

Luz De Gas