Era noche y el lobo aullaba
la luna llena presagiaba
el peligro burdo, inminente,
muy cercano a la fresca fuente.
Y los grillos también cantaban.
Sus chirridos lo atormentaban
llevando a cuesta los temores,
llevando a cuesta los fragores.
El cuerpo trémulo en el bosque
helado esperaba un embosque
la piel húmeda, se erizaba
y aquel lobo más fuerte aullaba.
Muchas hojas secas tronaban
con sus tronidos, asustaban;
y aunque con paso desconfiado
él, silente, pasaba el vado.
El cielo y su manto de estrellas
y las arboledas tan bellas
impedían saber el rumbo
y solo se oía… ¡un retumbo!
La noche cargada de niebla
aumentaba más la tiniebla
el cuervo cantando su canto
cantaba con sepulcro espanto.
El búho, el viento y la lechuza
haciendo fuerte escaramuza
ponía atentos sus sentidos
para escuchar tantos rugidos.
Él, perdido andaba en la bruma
y su esperanza se disfuma
con el rugir de una pantera
suponiéndose calavera.
Poco a poco se iba pasando
la noche y los grillos chirriando
la vida, pendiendo de un hilo
las fieras ponían en vilo.
Aquel tosco camino andado
lo puso muy acongojado;
y la fe, la estaba perdiendo;
y sin la fe, se iba muriendo.
Pero él aún no desmayaba
nervioso y tenso caminaba
en medio de aquella arboleda
y oía decir… ¡retroceda!
La vida la cargó de angustia
con el alma contrita y mustia
con sus piernas adoloridas
y sus manos sangrando heridas.
Cuando llegó la madrugada
su espalda sintió una estocada
una serpiente lo mordía
y ahí pensó, que moriría.
Arrastrando el cuerpo avanzaba
porque a la vida se aferraba
la pantera iba olfateando
poco a poco lo iba alcanzando.
Llegó al filo del precipicio
después de tanto sacrificio
la pantera lo iba cazando
y él despertó... ¡estaba soñando!