Bernardo R. Villatoro

El rincón de Mazariegos (relato)

Ahí se encontraba Carlota, parada, aturdida, sin saber que hacer; observando como fantasma en el balcón ─de estilo árabe, con dos arcos gemelos y compuesto por tres columnas ─, el ruido que escuchaba era de alguna manera irritable, cada tarde era lo mismo desde hace un tiempo; recuerda que fue después de haberse desmayado tras aquel encuentro entre su padre y su amor secreto.

            Ambos jóvenes se conocieron en la fiesta de la celebración del nombramiento oficial del lugar, Ciudad Real de Chiapa, sus familias eran amigos del nuevo alcalde mayor, Don Juan de Meza. Se vieron entre la muchedumbre, hubo una atracción inmediata, mientras el resto celebraba, ellos sólo podían deleitar el embriagante juego de miradas, él fue en pos de la bella joven; y así se vieron por muchas lunas, a escondidas, entre sombras, demostrándose amor y planeando un futuro que uniera por siempre sus vidas.

            El incidente se dio esa terrible noche de agosto, mientras Luis como casi todas las noches se deslizaba desde su casona hasta llegar al mirador de la casa de los Mazariegos, la familia más respetada del lugar, pero ellos no entendían de títulos nobles sólo el dulce lenguaje de amarse. Luis, subía por uno de los muros empedrados, apoyándose entre los huecos, hasta tocar casi la cornisa y lograr escabullirse a la alcoba de su bella amada; sin embargo, esa noche, Don Diego estaba en el cuarto de Carlota.

En un instante, gritos, jalones, golpes y objetos cayendo al suelo estrepitosamente, formaban parte del tenso ambiente, lo último que recuerda la inocente Carlota, es ver desenvainar la espada a su padre para defender el honor de la familia. Todo cambio esa noche, ella no volvió a ser la misma, su alcoba fue su único lugar seguro, jamás volvió a salir, de Luis, no supo más.

Ella espero, y el tiempo la marchito, Carlota no deseaba enfrentar esa pérdida, desde esa vez el ruido aparecía siempre por las tardes, desesperada creía perder la paciencia y la cordura. No entendía.

Desde hace mucho no salía de su habitación, y esa tarde se decidió por enfrentar su realidad, por su bien, por su amor, necesitaba saber si Luis estaba con vida o si aún la amaba. La luz de la sala era cegadora, el sonido cada vez mas ensordecedor, no sabía si taparse los oídos o sus ojos, pero aún así ella avanzaba. Intentó ver y entender, sin embargo, solo un grito perturbador de ella salió y después el silencio.

La casona de los Mazariegos fue en su momento uno de los lugares de más opulencia, antes de que Don Diego encontrara a su hija en brazos de un desconocido y tras querer limpiar el honor al sacar su espada y querer acabar con el malhechor, en el pecho de su bella hija se incrustó.

Don Diego no fue el mismo y abandono el lugar, dicen que el joven Luis se volvió loco ante la pérdida de su amada, la casa fue abandonada y con el paso del tiempo nadie la habitaba, decían que ahí estaba la bella en pena, en la alcoba de la esquina.

Hace poco un restaurante con estilo español, se inauguro, sin embargo, los empleados decían que, en el almacén, alguna vez la habitación de Carlota, un frío estremecedor los hacía retroceder, mas esa tarde al celebrar su primer aniversario del Rincón de Mazariegos, todos presenciaron entre en ocaso y el último sorbo de vino, la imagen de una joven bajando por los escalones preguntando por su amado.

Nadie supo si esto fue verdad o parte de la euforia de tantos cuentos e historias que aguarda la bella casona en la ciudad de San Cristóbal.

 

Autor: Bernardo R Villatoro/México
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