Cortando el aire las astillas,
secundan al quejido del madero;
en su intento de esconder las figuras,
que el artista impone con su acero.
Desvastado por el filo del formón,
abre paso a nuevas formas de existencia;
modeladas en la mente con pasión,
y esculpidas con mil dosis de paciencia.
Doblegado a la imponencia del maestro,
luce ufano bellas formas contorneadas;
recordando en cada forma de su cuerpo,
esa danza de lejanas arboladas.
Sobre el banco permanece la herramienta,
abatida tras su intenso trajín;
a su lado luce ufana la escultura,
encarnando su elemento en creación.