Todo es falso en la avenida.
Todo es tibio,
gris, plomizo,
y adquiere ese deje enfermizo
con gusto a herrumbre
y tono ajado
de verde cobre oxidado.
Todo miente,
se enmascara
y se abre paso entre el ruido ahumado
de cláxones
y velas de almas
que apenas surcan las aceras
de puntillas.
El atardecer se viste
con sus rayas
diplomáticas de sastre
mostrando
el lado más escualo de la vida.
Y en medio del café de siempre,
justo en esa mesa
que forma una isla
junto al cristal tintado de la ventana,
rozando con las puntas de los dedos
una pantalla iluminada
sobre leyendo
las mismas frases repetidas, Tú,
esperándome para resguardarme
de la lluvia ácida de una ciudad
que me arranca, inmisericorde,
la piel a tiras;
y un capuccino con espuma
de corazón de chocolate.
Luz De Gas