Sufriendo inanición y compungido
padezco en solitario un gran tormento
llorando, ferozmente desnutrido,
la falta de tu amor en mi alimento.
Te fuiste y me dejaste malherido
sin nada que sirviera a mi sustento
quedándome en los huesos consumido
igual que una silueta de esperpento.
Respiro, desde entonces, malparado
carente de los ágapes que dabas
tendiendo, con tus besos, mi fortuna.
Mi ayuno, por desgracia, es obligado
después de discernir que te marchabas
cambiando a mi yantar por esta hambruna.