¡Oh! Amada mia,
que ni el infierno sabe de mi agonía,
que por celos me persigue la ironía,
por esta mente que tristemente
desvaría.
En una imaginación borrascosa
atestada de mal oliente iniquidad,
entre nubes de tempestades,
truenos, relámpagos y rayos,
vagan mis desdichados
pensamientos por las cuevas
tenebrosas de la inseguridad.
Te confieso mujer que te he fallado,
he pecado como peca el desalmado,
he ensuciado la bella imagen
de lo más preciado,
y he profanado nuestro idilio
cuando apenas gozábamos
de nuestro amor entre lirios
y fue por esos delirios
locos e insospechados
de una mente enferma
como acabé con
lo más sagrado.
Y tú tan santa mi amor,
incapaz de traicionarme,
viviendo en un mundo de pureza
donde las flores son virginales
en tus pensamientos y ramilletes
de pureza en cada pétalo
con fragancia de nobleza.
Tu belleza me confundía,
me ofuscaba, me perdía
no quería que se manchara,
no quería que se perdiera,
no deseaba que te vieran.
¡Ah! Imaginación traicionera,
espejismos que creas
y que me hacen tanto mal,
locuras que solo en mí
mente son una verdad.
¡Oh! Amada mía,
que ni el infierno sabe de mi agonía,
que por celos me persigue la ironía,
por esta mente que tristemente
desvaría.