En un inmenso erial descampado
solitario como mi pensamiento roto
un arbolito que la suerte había abandonado
creció huérfano de todo cuidado.
Nadie sabe si en las tardes lloraba
cuando la cruel soledad lo acosaba
sólo lamiéndose las verdes hojas
fundía su llanto con la lluvia.
Flores no tenía
Quizás no sabía qué podría hacer con ellas
de vez en cuando un triste pajarillo
de su soledad se compadecía
Un día cruzaba el desolado campo
acompañado de mi eterna soledad
el sol parecía vengarse de mí
a buscar sombra al arbolito recurrí.
Al sentirme cerca el arbolito lloró
sus caídas ramas me abrazaron
y en la húmeda brisa creí escuchar
“amigo no me dejes jamás”
Desde entonces cada día
abrazado a su rugoso tronco
compartimos nuestra soledad
y juntos le hablamos al silencio.
Lima, 15 de octubre del 2020
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