Rosita de Mendoza

Adiós...

La belleza se desvanece en una cama de hospital

el olor a excremento se mezcla con el amonio cuaternario

una brisa suave, tibia por el calor de la siesta

mueve las cortinas blancas manchadas  con iodo

 

A lo lejos, algunas carcajadas de las enfermeras

y el llanto de un bebé que no encuentra consuelo

La vida y la muerte se abrazan a cara descubierta

sin tapujo, sin pasado, sin sueños, sin caretas

 

Todo liso, todo blanco, todo gris, las paredes

el techo, el cubrecama, las sábanas, las almohadas,

el colchón ruidoso de cuerina, la silla, la mesa de luz,

las jeringas, el mosaico de granito, las camas...

 

No quiero cerrar los ojos, todavía no, me resisto,

me llega como una tentación el perfume del jazmín de lluvia,

una imagen violeta de glicinas, los geranios rosados,

el sabor de las uvas, el piar de un gorrión, la tierra húmeda

 

Quiero escapar de este lugar, pulcro y laqueado

Ya no siento el dolor, me apago,  me elevo sin peso

 Busco el azul del cielo, mojo mis pies en el río, me recuesto en el pasto

y una ramita de sauce me hace cosquillas en el cuerpo.

 

No llores, la muerte no duele, déjame partir...