VICTOR SANTA ROSA

SUEÑOS DE MARIPOSA (PROSA RELATO).

  SUEÑOS DE MARIPOSA.

 

 

Desde las escarpadas cumbres entre somnolientos cafetos y bosques erguidos sobre valles esmeraldas que son tapizados temprano por el incipiente gris del ocaso, se divisa el parpadeo de las artificiales luciérnagas que iluminan la opulenta ciudad y sus nocturnales misterios. El pensamiento por un momento se aleja del agreste entorno y su pureza en busca de esos placeres urbanos en dónde se brinda y derrocha a salud de la ficticia alegría. La humilde manceba que porta en su pectoral incipientes protuberancias y la firmeza de apetecidas ondulaciones al final de su espalda, quisiera tener alas cómo mariposa y volar a ese mundo de fiesta y fantasía, en dónde las calles parecen de plata en contraste con el rojizo barrial del camino de su humilde pero honrado hogar, en dónde convive el amor, la paz y la honestidad.

Extasiada en la penumbra nocturnal se reflejan sus gratas y codiciadas formas cómo ofertando sus anhelos a la pasión desenfrenada de la aventura. Dentro de su confortable vivienda yace sobre la mesa, la amarillenta y titilante luz del candil que en nada se asemeja al  fulgor que emana la ciudad. Sola, pensativa entre los fulgores plateados de luna, blande su abundante cabellera acariciada por serena brisa. Sólo una idea bulle en su mente: Migrar a la ciudad. Inocente criatura no sabe los peligrosos retos a los que hay que enfrentar con su alma inocente y pura. Y luego de una irreflexiva reflexión, su juvenil corazón le hace emprender el camino, a ese mundo desconocido y sólo visto a distancia cuál paisaje en marco. Todo le parece bello, atractivo y fascinante. Busca con honra un trabajo y es seducida a hacerlo en una casa de opulenta y respetable familia  -Cómo si la moral y el respeto se midieran con dinero-. Es una insospechada provocación su lozana y juvenil belleza ante la lujuria del Patrón y sus adolescentes hijos que piensan que todo se compra con lujo o dinero. En ausencia de los muchachos que la acosan, el señor de la casa pareciera servirle a ella ante la celosa mirada de su mujer que busca de manera discreta estar presente en cada gentileza del patrón. Pero cuándo la tentación es grande, llega lo inevitable y para cubrir su canallada se le difama y despide. Cargando su frustración vuelve a la calle casi entrada la noche, llevando la afrenta de su integridad violada. Sus pasos sin rumbo la hacen tocar otra puerta en dónde es recibida por una dama elegantemente vestida que le abre la puerta de un salón en penumbras, en dónde hay chicas cómo ella acompañando señores bien vestidos. Ante el desamparo acepta la protección de esa dama que le da albergue esa noche en cuartos destinados a dormitorio de sus empleadas, con la promesa de hablar al día siguiente de trabajo. Cómo por encanto y en involuntario desvelo de su decepción despierta a los toques en la puerta de su habitación bien entrada la mañana. Al abrir, en el marco de la puerta está su protectora, aún vistiendo las provocativas transparencias de un traje de noche a través del cual, se ve un diminuto bikini que contraste con su color blanco y el ocre trigueño de dos pezones de senos en decadencia, que comienzan a perder sus firmeza por el paso de los años y las caricias acumuladas sobre ellos. No hay otra alternativa: ¿Cómo volver a su hogar cargando la deshonra y con las manos vacías? Aún tiene presente en la conciencia, el

llanto de su Madre al darle la bendición ante su inevitable partida y la mirada serena pero rígida y de desaprobación de su Padre al decirle: Que su hogar es pobre

pero honrado, que es muy cara y sacrificada la honradez  y que por ello todo lo que se consigue invirtiendo estos dos sagrados atributos de incalculable valor moral; Se conserva, se ama y no se derrocha ante lo que se consigue sin honra. No todo lo que brilla es oro. También el engaño, la hipocresía y todo lo malo se visten de dorado para seducirnos. Ante esta disyuntiva entre regresar derrotada y confesar su error, se decide por la vía fácil. Esa que se consigue entre vicio, lujurias y sexo y que brinda lujos que queman cómo infierno, pero que dejan grandes secuelas y frustraciones en el alma. Ya no puede culpar a quién quitó su inocencia; Ahora ella misma está violando su integridad. Le ha puesto precio a sus encantos y satisface lujurias no deseadas y vacías. Ingenua mariposa cuyas alas quemaron las atractivas y traicionera luces de la ciudad, cuya carne ahora apetecida y entregada a lascivias no deseadas, pronto será desechada y quizá con fruto sin padre ni destino. Con todo lo material en su haber y vacíes en su vida. Sin un amor que la acaricie en el clímax sublime del sentimiento y que el dinero no puede comprar. No puede compensarse con nada superficial lo espiritual. Lo que se vive amando no tiene precio ni satisface el deseo, pues lo que se ama siempre se desea y desearlo es vivirlo.

Y en esa casa de la agreste campiña titila incansable el amarillento candil iluminando la integridad y la honradez de su hogar, esperando el retorno de esa mariposa viajera que no puede volar con sus alas quemadas por las seductoras luces que iluminan los vicios y la fantasiosa alegría de la prostituida ciudad. Así  de modernismo maquilla sus desenfrenos, libertinaje  y vicios sin pudor, cuál sutil telaraña que aprisiona y destruye a todo incauto que se deja seducir por las indecentes ofertas de la vida fácil: Supuesta felicidad y amor libre, desechando los valores morales y la integridad, supuestamente por ser anticuados y prejuiciosos.

 

“No es lo mismo sentir los aromas del sexo vulgar, superficial y sin sentido, a la sublimidad de la entrega en dónde se perfecciona el amor, sintiendo en lo más profundo los aromas del alma que se ofrendan sin límite ni mesura al inagotable deseo de pertenencia y perpetuidad, viviendo en su pulcritud y a plenitud sin prejuicios ni mesura, esos instantes tan supremos  que se guardan en los más íntimos recónditos de nuestra alma y vida”.

 

Autor: Víctor A. Arana,

(VICTOR SANTA ROSA),

Cincinnati, 18 de septiembre del 2010.