Una bestia
puede ser mirar con ojos de perro hambriento
al pastor que descansa en el corredor de un palacio,
o lamer la mano del amo
que arroja a sus pies
el hambre que nunca ha probado.
Una bestia
puede ser recibir diez patadas
y aún así, velar por la integridad de un dueño.
Y ladrar a quien venga con la intención de reclamar
por el abuso y la violación a tu derecho de animal feliz.
Una bestia
puede ser andar aseado como mascota predilecta,
lucir un collar de oro,
ser atendido por el mejor veterinario de la ciudad
y educado
para mover la cola y saltar de alegría,
o comer la carne que sobra en la mesa
y gozar el privilegio de dormir bajo el techo del amo
para cuidar como santo grial
los estatutos de su esclavitud.