Tus manos suaves y fuertes
dejan en cada pedazo
de mi vida y de mi piel
huellas que nunca se borran,
que vuelven al recordar
los momentos que he pasado
a tu lado en el jugar
con cosas de nuestras vidas
caminando entrelazadas
al ritmo del respirar
de los dragones de fuego
que duermen en el lugar.
Tus manos siempre callosas
rojas de trabajo y gozo,
van disfrutando la vida
aunque me hagan llorar,
los dedos nunca te duelen
si corren hasta el altar
sin que nos vuelva el aliento
entre las nubes del cielo
y el verde azul de la mar,
con brujas que van volando
cuando la luna despierta
sus escobas de azafrán.