ESCUDO Y TRINCHERA
Encalló en el sosiego
en un puerto manso
en un cielo calmo y azul
en el aroma del café y la confidencia
en las trincheras que protegen
los temblores del insomnio.
Despertó en la mirada sostenida
en el adiós de lo efímero
en la quietud del recuerdo
en el gentío y la memoria
en las iglesias sin nombre
en los dioses sin rostro
en las campanas calladas
en los tañidos de la espera
en los goznes de la tristeza.
Y en ese crisol de ansias
Exhaló un hondo gemido
unos brazos alzados
un feroz grito desafiante
que remarcó los trazos
que sembró los surcos
para que quede grabada su historia
para que cuando los hombres miren,
unos ojos de silencio no se vayan.
Esa calma gris esconde un pedido
unas manos invisibles extendidas
y un monstruo que acecha en el ramaje,
esperando otra víctima de violencia.
Los hombres que honramos la sangre,
que se derramó en nuestro nacimiento,
somos el escudo y la trinchera en vigilia
para que nadie maltrate a una mujer
que también dio su sangre, para dar vida.
Carlos Brid