Con ansiedad, sus labios besan mi boca,
el fruto jugoso que siempre ha anhelado,
juguetea su lengua a ritmo pausado
consciente de la pasión que en mí provoca.
Suaves mordidas les da a los gruesos bordes
que se amoldan perfectos a la caricia,
abriéndose despacio y con avaricia,
ofreciendo placer, inmisericordes.
Me inclino hacia atrás brindándole mi cuello
luciendo el camino hacia mis suaves hombros;
su boca se desliza mientras lo nombro
al sentir sus dedos entre mi cabello.
¡Qué momento más delicioso disfruto!
La temperatura aumenta sin pudor
invadiendo mis sentidos de calor
mientras a mi cuerpo le rinde tributo.
Los oscuros pezones han despertado,
erectos adornan las firmes colinas,
esperan con ansias sus manos divinas
que expertas, de apetito los han llenado.
Con su lengua recorre mi vientre plano
buscando despacio el pedazo de tela
que viste coqueto la sensual parcela
de mi más delicado tesoro arcano.
Con los dientes lo remueve recorriendo
mis piernas largas y delgadas que se alzan
cual dos espigas doradas que se ensalzan
orgullosas por lo que están presumiendo.
Él, sin poder resistirse, se sumerge
en ardientes e irresistibles arenas,
al tiempo que aprieta mis nalgas morenas
dando rienda suelta a la pasión que emerge.
Entre las oscuras columnas irrumpe
conquistando sin ninguna resistencia
mi palacio que esperaba con urgencia
y entre mil suspiros sus ríos prorrumpe.
Anna Gutiérrez.