Hermoso, soberbio y orgulloso,
zarpaste con los sueños
de seres envueltos en el confort,
en la seguridad;
pero,
el zarpazo del destino
estaba oculto en la noche.
El caos llegó sigiloso.
La música vestida de armonía,
aparecía para adormecer aquel miedo
que apenas despertaba.
La resistencia numantina
de aquellos intérpretes
de la calma y la esperanza,
los llevó a aceptar
con nobleza y heroísmo,
el final de aquel viaje.
El bálsamo de la melodía
se hundió con los gritos de angustia.
Un siglo más tarde,
el mundo naufraga
en el lodo de una pandemia;
mientras la OEA, la ONU, la OMS...
escriben en el pentagrama convencional,
los signos que mantienen el orden,
dejando en un silencio cómplice,
la verdad.
Algunos pueblos,
viven su mayor naufragio
en un mar de ideologías vencidas.
La riqueza y sus lujos,
se sumergen en la cuarentena;
los pobres se quedan en casa,
para participar en una comparsa
con disfraces de igualdad,
de miseria y dolor.
Los botes salvaron algunas vidas,
otros siguen en el barco de la calamidad,
indignando el orbe.
El grupo musical
sigue alegrando sus vidas
con letras de buenas vibraciones;
ofreciendo sistemas inmunitarios
que los ayuden en su lucha,
muletas utópicas
que los apoyen a deambular.
La neblina
de la madrugada más oscura,
esconde el nuevo amanecer.
El ruido de los negocios
no permite a los nuevos ricos,
escuchar los llantos y los lamentos,
de millones de náufragos.
El sobreviviente algo tendrá que hacer;
la luz del nuevo día
le hará descubrir el talón de Aquiles
del gigante que los aplasta.