Hemos bebido en el crepúsculo
la tristeza que arrastra la mirada;
Nos sentamos y en el silencio
echó raíz la punta de una lágrima
como clavos de una cruz de amor
para una eternidad.
Las cosas que tendré,
al separarse tu cuerpo de la luz eterna,
será un dolor exacto,
diferente, como si un dios cruel
nos quisiera compartir su soledad,
hundiéndonos en la tierra.
¡Yo la recuerdo! Y en mis penas
he recordado sus manos tiernas
apretando el aire con mi rostro
y a su piel
acunando todas las estrellas.
Esta noche -cierro los ojos-
el cielo inmenso jadea
y siento que vienes a recoger los cristales
que florecen a la sombra
de todos mis recuerdos.