Agotado por el calor del estío
me dormí y soñé que una gran pena
llenaba, de mi vida, el gran vacío
imaginé a mi madre, temblorosa
llegar, para acariciar mi frente,
ansiosa de mitigar el dolor,
que sin piedad me destrozaba.
Sus caricias fueron siempre
la amorosa cura de mis males.
Hoy, desde el cielo bajaba
presurosa, a calmar mis ansiedades.
Me dio el beso mimoso que añoraba
dulce bálsamo que calmó mi espíritu.
Quise abrazarla y besarla
como cuando era niño,
más, se alejó sonriente, haciendo un guiño
a la vez que decía, “misión cumplida”
ante el dolor de su partida,
mis ojos tristes, derramaron impotentes
un caudal de lágrimas ardientes.
abuelitocrispin.