Con rayos misteriosos de la luna
disfraza su mirada tan gatuna.
Desenvuelta, vivaz, apasionada,
me parece la tigra, que emboscada
acecha débil presa, que confiada,
se queda por sus garras atrapada.
Es dueña de divino florilegio
que arroba con su dulce sortilegio.
Investida de tersa piel moruna,
con sedas orientales abrigada
invita al más hermoso sacrilegio.
Es su voz exquisita lindo arpegio
con cadencia de helénica tonada,
cual sirena de homérica laguna,
y su cuerpo de Venus, grácil, regio,
de tenerlo, me dio su privilegio.
Y lo amé de manera desbocada,
que ha quedado su imagen dibujada
en mi lecho, y mi mente enamorada
me recuerda su boca de granada,
que me trajo de obsequio la fortuna
para darme pasión como ninguna.
Autor: Aníbal Rodríguez.