Llevo tu nombre
tatuado en el costado
desde hace tiempo.
Te conocí
un día, en aquel año
de la pandemia.
Y compartimos
los dos, desde el silencio,
el cruel encierro.
Días de bruma,
hablando con las sombras
y las paredes.
Miles de voces
callando en la garganta
su libertad.
Y nuestros sueños
cubiertos con un manto
dictatorial.
Fueron susurros,
palabras y suspiros,
en la distancia.
Y compartimos,
los días y las horas
de esa entelequia.
Así, pudimos,
juntar nuestras sonrisas
y ver la vida.
Rafael Sánchez Ortega ©
31/05/20