Puedo decir lo de siempre
puedo aburrirme hasta lo indecible
incluso, puedo dejar la espada
clavada en mi pecho, cual estatua yacente.
Puedo recordar los labios de la gente,
aquella oblicua luna que pretendía formarse
cerca de los retrovisores de los coches, y comenzaba
a convalecer entre los charcos de orines y pestes.
O puedo tener ojos, sólo para aquellas noches
Donde compartíamos amistades y círculos viciosos.
Obsesiones y mentiras, ascos y precintos para el agua
embotellada. Puedo.
Pero no me cabe duda de que tú estás demasiado lejos.
Inclemente cimiento el tiempo, que siempre nos miente.
Y deja en la memoria, una parte valiosa en la que, siempre,
fuimos
más altos, más guapos y más jóvenes, por ese orden-.
©