Nestor Varela

Victoria de Oriente

Crepúsculo nublado
traigo yo del Andes,
vestidos mis ojos
de tristeza
inicio el camino del zorro,
perdiéndome en este bosque
de pequeños duendes grises,
como sombras,
tras la espesura verde,
lentamente recuerdo
la belleza y
la rudeza
del mundo.

En el abrazo de las montañas
una idea hecha a manos se hace real,
a fuerza y valor se dignifica,
abstraído en los sonidos de aves,
en los ojos de martejas que nos miran,
vuelvo a respirar
en otro espacio,
fluye en mis venas
la esperanza.

Bellavista que atardece soleada,
en mi pecho
el corazón lleno,
cuelgan mis hombros
las manos cansadas,
al terminar la jornada,
me refresco en el pozo de agua clara
al arrullo de la quebrada,
en su reflejo,
mis ojos nuevamente brillan,
contemplando la luz vibrante
que se cuela entre samanes.