Vestido con su traje de templario
anduvo su camino sin temores;
tejiendo con su lira los fervores
del sueño de justicia milenario.
Jamás su corazón de visionario
rindióse a las cadenas de opresores;
blandiendo su bandera los colores
que lucen cual precioso relicario.
Por eso yo le canto al gran poeta
que dio su corazón, en luz inmerso;
forjando con sus rimas la saeta
que ofrece resplandor al universo;
brillando con fulgores de profeta
la clara efervescencia de su verso.
Autor: Aníbal Rodríguez.