La calle bulliciosa, un circo parecía,
de pronto se aparece, esbelta y veleidosa;
y viendo su figura coqueta y vanidosa,
besó mi pensamiento, su boca que reía.
Un suave y fresco viento su pelo sacudía,
con una gran cadencia, sublime, voluptuosa,
su estampa bizantina, de reina majestuosa;
un cielo de placeres al mundo le ofrecía.
De súbito mi sueño, despierta poco a poco,
y miro desde lejos su rostro angelical,
perdiéndose en la tarde, que empieza a fenecer.
Y pienso en mi silencio: ¿Acaso yo estoy loco,
soñando esta viandante de porte señorial,
que nunca en mi camino, jamás volveré a ver?
Autor: Anibal Rodríguez.