¡Qué ecos los que retumban, olvidados!
Están acorazados bajo el angosto mar.
Sí, es angosto en nuestro pecho liado,
Redoblado por la crianza y el azar.
Se seca el mundo en este eco árido
Y se atormenta el cielo entre rebujos,
Más el llanto es un remedio ingrávido
Y va mi alma escapando entre sus flujos.
Encima de tanta hez huele a materia,
Huele a lunares crispados por el sol;
¿Huele ese olor el lastre y la miseria?
¿Huele ese olor la edad de mi albornoz?
Bajo una piel, un alma me mira de soslayo…
Alma, querida, ¿por qué no hablas?
Quiero escuchar tu voz.