Plañe afuera el oleaje
de mis azules costas.
Incontenibles a la angosta
Pared de mi hospedaje,
También, se filtra en la noche.
Un ápice de canto
Entonado por espantos
En susurros de sus voces.
A un costado, hay una cueva
habilitada al consumo
sin detectores de humo
y banquetas de madera.
— ¡Ya he dicho que no fumo!—
y también que no les miento
Ando escaso de dinero y tiempo.
A la multitud me sumo...
Los brazos de una subcultura
en el entramado rustico
eximen a un entristecido músico
que solo calca partituras,
de réquiem a poetas,
En las misas de difuntos.
Mientras lloramos un presunto
acto de Plagio de sus letras.
Oigo las señales de los barcos
Estoy alojado frente al puerto
Si alguien quisiera encontrarme
Sépase… ¡que... he vuelto!