Recuerdas que te dije en primavera
que los cipreses suben hasta el cielo;
No sabes que el arroyo moja el suelo
y las mieses se riegan en la era.
No aprendiste mi niña que la pera
cae al terreno, tras un corto vuelo,
y que la mar encuentra su consuelo
entre rocas y arena en la ribera.
Porque ahora te sientes sorprendida,
al padecer el yugo de la suerte,
y lloras tus pesares conmovida.
No sabes que tendrás que saber verte
por siempre eternamente bendecida,
porque alientas el sueño de quererte.
Claudio Batisti