Vivían enamorados
dos hermosos tortolitos
sus amores alentaron
los amores de dos mirlos.
Sus dos almas se anidaron
en medio de la montaña
las tormentas y sus rayos
el amor no deformaban.
Las nubes los cobijaban
como embozo de algodones
divisando espesa danta
florecida al horizonte.
Amanecían cantando
junto a tiernos ruiseñores
para su amor refinarlo
al trinar de sus canciones.
Así vivían felices
aleteando en el viento
esquivando tantos buitres
expertos en mataderos.
Una mañana de invierno
con el pasto humedecido
como tortolito lerdo
bajó al césped muy quedito.
Cortaba flores contento
para alegrar a su amada
pero el buitre como astero
con terca maldad obraba.
El tortolito angustiado
intentó huir del carroñero
sin que pudieran pillarlo
y en el césped ¡yace muerto!
La tortolita esperando
el bello ramo de flores
se levantó muy temprano
observando los izotes.
Las lágrimas le rodaron
gota a gota entre las hojas
con su rostro demacrado
esa mañana brumosa.
Con su corazón contrito
presagiaba mala suerte
al no vislumbrar un signo
de su tortolito alegre.
Tortolita solitaria
¿Quién te podrá consolar,
con un ramo de guirnaldas,
en esta mañana austral?
Aquel canto entristecido
hizo las nubes llorar
llevándoles el aviso
al morir su barragán.
El dolor como una daga
se incrustó en su corazón
con sus alas agrietadas
su ventura destrozó.
La soledad fue su muerte
nunca más pudo volar
preciso era que muriese
de tristeza en su nidal.