Hay un dolor
que por más que tosa no se callará.
Se empeña todas las noches en contarme
que ahora otro cura tus lágrimas.
Y yo...
cuento nuestros recuerdos
pero no me alcanza,
ni para comprarme otra botella de máscaras
de esas que dicen:
\"estoy bien\".
Solo me queda el dolor
y se me vaciaron las ideas.
Se me acabaron las metáforas,
no escaparon del incendio
y quedaron carbonizadas
en los monólogos que alguna vez
intenté dialogar contigo.
¿Qué me queda si de la \"a\" a la \"z\"
me robaste hasta las tildes?
Pareces un grillo en la oscuridad
o una herida hecha de fantasma
si cuando busco tus manos
ya te has congelado.
Fuimos el primer verso que escribí;
y al abrir los ojos
entendí que no todo es arte,
que el arte es solo una canción de la constancia,
un dibujo del interés,
dos pestañas de vida,
las moléculas del amor.
Abandoné la caja donde quedaron mis juguetes.
Perdí la paciencia para construir tus legos
y tu estabas lejos de mi escondite...
El dolor se impregna como caramelo
cada vez que despertamos.
Soy tu dolor más mínimo,
tu el dolor que más me duele.
De mi solo esperas un ojalá
de ti solo espero un punto y final.
Me has enseñado que vivo en la \"d\"
de cobarde
aunque soy tu jefe en la \"d\" de dolor.
No importa ya si abrazas mi perdón
o si camino en dirección a tu bondad
¿Para qué?
Si ya él ha sembrado otra primavera en tu pecho
mientras yo sigo cortando flores del patio.
Pararía de escribir aquí
pero aún me duele.
¿Por qué no te vas?
¿Qué te queda en esta casa aún?
Llévate la cerradura,
llévate mi única verdad.
Por favor, llévate algunos te amo para el camino
y llévate lo que no se debe hacer.
Déjame la lista de pecados
para reescribir sobre ellos,
para que no tropieces con ellos.
Llévate la electricidad de la casa...
al final,
nunca he conseguido como usarla.
Lo que el silencio de mis poemas me esconde,
pregúntaselo a la nota más aguda de tu violín
y quizás en alguna oportunidad
te diría lo que me duele.