Muere en ti el día desnudo de prisas,
dietarios y horapuntas.
Muere en ti, exhausto, rendido,
atestiguando el suicidio de las horas
que trastabillean por aceras
y avenidas de semáforos
que miran ausentes a los transeúntes
vigilantes de su lapso infinito de guiño
cambiante. En ti termina,
rodeado de gente que pasa,
que observa y se aleja
mientras su mirada estática
se pierde vacía entre ríos de humo
y calles, aguardando impaciente
que muera su día bajo el cobijo
de otra gente que le espera.
Muere en ti otro martes, otro octubre,
otro otoño rayando de verde
el firme aval del horizonte
de tu oquedad perpetua,
sudario que envuelve
y alberga silente el tránsito
postrero de mi tiempo.
Expira cada tarde, confiando
en la resurrección de su carne,
en el verbo grave de tu voz
cuando pronuncias, enardecido,
tres veces su legítimo nombre.
Luz De Gas