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El velo que cubría mis pupilas se hizo imperceptible, y pude ver sin más, la belleza más allá de la cúspide de la sacra montaña. Los hilos del tiempo enredados entre mis dedos evaporaron, y en su extraño espiral, difuminarón en el aura del orbe, amalgama de sombras y diademas.
Arandelas que sacuden el corazón y ponen en tu boca y la mía, ferviente gota de pasión, pétalo de fuego, iris de la sinrazón.
El sonido del campanario agita, los latidos disminuyen y la pupila agranda.
¡Hilarante brisa sacude mis cabellos y una línea de tu pensamiento me recorre entera!
Descalza puedo palpar, la lumbre que anida en el epicentro de la tierra, y sentir el fluir y refluir del aire en sus pulmones. Es tal su silencioso agitar, que al unísono, expande mi blanca túnica dividiéndola en dos, dejando al descubierto, cadena de mariposas doradas adheridas a mi pecho.
* Imagen: Créditos a su creador.
Luz Marina Méndez Carrillo/24102020/ Derechos de autor reservados