Al llegar la noche,
en el umbral del ensueño;
ahí,
donde danzan
y parecen juntarse,
la realidad y fantasía,
ahí la veo a ella,
la mujer que amé con locura
y que puso mi mundo
pies para arriba.
Allí la veo,
con su piel de abril y de luna
salpicada de estrellas,
las que conté una a una
y bauticé
cual astrónomo a su descubrimiento,
a las que dediqué horas de estudio
y le escribí
poemas y versos.
Ella supo ser
agua en mi desierto,
la tabla en mi zozobra,
de mi infierno, mi cielo,
el paraíso, el Edén,
en el país de mi destierro.
Vivimos esa aventura,
de amarnos en secreto
donde exploré cada tramo,
el detalle de su cuerpo,
paisaje selene pálido,
origen y destino
del big bang de mi universo.
Hace tiempo que no sé de ella,
ni dónde la llevó el viento,
una tarde se fue con las aves
volando con rumbo incierto,
dejando un adiós sin palabras,
poniéndole fin al cuento.
Es al llegar la noche,
en el umbral del ensueño,
ahí me parece verla,
para amarnos de nuevo.
-. PaR
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25102020