Domingo un paseo con rumbo por las calles:
encuentro palomas y planetas y tristeza,
árboles enfebrecidos por el viento que les mece la copa
perros solos dormidos en la acera.
El viento que pasa contiguo a mí dejando palabra,
vidrios que brillan crudos en las sienes,
el vino podrido que se escapa de sus bocas,
turbios, tumbados al sol del lunático octubre.
Música con aires de carnaval traspasando murallas
y el amor incierto que se alumbra de luz ajena.
Cielo de la ciudad pueblerina por donde vagan
las campanas de una antigua iglesia católica.
Domingo que pasas tú sin rumbo para quienes fueron anegados
de la abnegación de un Dios Omnipotente al que mi madre se empeña
desgarrándose su corazón en río de otra semana
en la que vivo entre palomas y planetas.
Mi casa debe ser mi cuerpo ostensible,
con la cerradura y su respectiva puerta original,
me traspongo un resplandor de lluvia sola
y me aniegan los recuerdos y el silencio.