MARDON

PARA MI JEFECITO

Es triste decir adiós a quien ya te habías acostumbrado;

quizá de niña no fui su consentida, ni su orgullo;

pero al paso del tiempo lo que cuenta es estar ahí,

cuando ya nadie está.

Era para mi una gran alegría verlo todos los domingos;

siempre me esperaba con impaciencia; una veces

feliz, otras veces enojado, pero siempre con amor.

 

Ayer se me fué, y no pude hacer nada,

solo orar para que Dios le regale un eterno descanso;

padre, gracias por todo el amor que me diste,

aunque sea en forma tardía, lo disfruté mucho.

Dios te guarde en una santa morada y te llene de paz.