Es triste decir adiós a quien ya te habías acostumbrado;
quizá de niña no fui su consentida, ni su orgullo;
pero al paso del tiempo lo que cuenta es estar ahí,
cuando ya nadie está.
Era para mi una gran alegría verlo todos los domingos;
siempre me esperaba con impaciencia; una veces
feliz, otras veces enojado, pero siempre con amor.
Ayer se me fué, y no pude hacer nada,
solo orar para que Dios le regale un eterno descanso;
padre, gracias por todo el amor que me diste,
aunque sea en forma tardía, lo disfruté mucho.
Dios te guarde en una santa morada y te llene de paz.